Balance del año, en nuestra tradición chamánica tenemos la filosofía de que no hay años malos, así surge este balance del año.
Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son.
Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos.
Por eso, no tendríamos que tenerle miedo al sufrimiento, ni al tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de aprendizaje.
Si quieres aprender más de este y otros temas relacionados con el chamanismo sincrético afro-americano.
CHAMANISMO ANCESTRAL
Un balance del año deferente
Aun sabiendo esto, a muchos de nosotros nos cuesta entender que la vida y el cómo vivirla, dependen de nosotros; y reconocer que atraer cosas que no queremos, depende sólo del cultivo de la conciencia.
Ya que nuestra tradición chamánica indica, que a quien no le gusta la vida que tiene, deberá desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en su voluntad el poder hacerlo.
Porque ser feliz es una decisión, no nos olvidemos de eso.
Como hacer el balance del año
Entonces, con estos criterios, nos preguntábamos qué teníamos que hacer cada uno de nosotros para poder construir un buen año.
Porque todos estamos en el camino de aprender todos los días a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a tres cosas:
- Aprender a amar.
- A dejar huella,
- A ser felices.
En esas tres cosas debiéramos trabajar todos los días, el tema es cómo; y creo que hay tres factores que ayudan en estos puntos:
El primer punto es aprender a amar, es la responsabilidad de ver el mundo con la comprensión de los Pretos Velhos, como una oportunidad de crecimiento.
Es reconocer, que el trabajo sea remunerado o no, dignifica el alma y el espíritu, así como también nos hace bien en nuestra salud mental.
De esta manera, se comprende el significado del cansancio, que normalmente es visto como algo negativo, de lo cual debemos deshacernos y no cómo el privilegio de estar cansados, porque eso significa que estamos entregando lo mejor de nosotros.
A esta tierra vinimos a cansarnos.
El segundo punto es valorar la libertad, con la conciencia de los Pretos Velhos, como una forma de vencernos a nosotros mismos y entender que ser libre no es hacer lo que yo quiero.
Quizás deberíamos ejercer nuestra libertad haciendo lo que debemos con placer, y decir que estamos felizmente agotados y así poder amar más y mejor.
Tratemos de crecer en lo espiritual, cualquiera sea la visión de ello.
La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos, tiene que ver con la inteligencia espiritual.
El tercer y último punto a cultivar es el desarrollo de la fuerza de voluntad, con la paciencia de los Pretos Velhos, ese maravilloso talento de poder esperar, de postergar gratificaciones inmediatas, en pos de cosas mejores.
Hacernos cariño, siempre tratándonos bien como familia, saludarnos en los ascensores, saludar a los guardias, a los choferes de los autobuses, sonreír por lo menos una o varias veces al día.
Esto es querernos.
Conclusión para el balance del año
Crear calidez dentro de nuestros hogares, y para eso tiene que haber olor a comida, cojines aplastados y hasta manchados, cierto desorden que acuse que ahí hay vida.
Hoy en día nuestras casas, independientemente de los recursos, se están volviendo demasiado perfectas que parece que nadie puede vivir adentro.
Tratemos de dosificar la tecnología y demos paso a la conversación, a los juegos “antiguos”, a los encuentros familiares, a los encuentros con amigos, dentro de casa.
Valoremos la intimidad, el calor y el amor dentro de nuestras familias.
Si logramos trabajar en estos puntos y nos comprometemos a intentarlo, habremos decretado ser felices.
Lo cual, no nos exime de los problemas, pero nos hace entender que la única diferencia entre alguien feliz o no, no tiene que ver con los problemas que tengamos, sino que con la actitud con la cual enfrentemos lo que nos toca.
Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan, y que, en cambio, con las penas pasa al revés; se achican.
Tal vez lo que sucede, es que, al compartir, lo que se dilata es el corazón. Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro.
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